martes, 7 de junio de 2016

¡Macho que se respeta!

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Como varones, desde muy pequeños nos van configurando para asumir y creernos el cuento de que pertenecemos a un colectivo superior, el hecho de ser hombres, con características que están por encima del colectivo femenino.
Por el contrario, del otro lado, la sociedad impregna en las mentes femeninas que están al servicio del varón. Lo realmente triste es que esta información no se trasmite de manera directa, sino que va mellando en la conciencia de cada individuo a través de actos cotidianos
Aquí algunos ejemplos:
  • el niño puede salir a jugar a la calle con sus amigos a “la guerrita”, mientras la niña debe quedarse en casa con la mamá mirando cómo una mujer “llena de valores” sufre por el amor de un hombre en una telenovela.
  • el padre sale de viaje y le dice a su pequeño hijo: ahora tú eres el hombre de la casa; cuida a tu mamá y a tu hermana; y a la niña le dice; hazle caso a tu hermano porque él es varón.
  • Carla, de 16 años, pide permiso a sus padres para ir a pasear; éstos le dan el permiso con la consigna de que debe ir acompañada por su hermano Luis de 8 años para que la “cuide”
  • llega la navidad y a pedrito le regalan una pistolita por ser hombre; mientras a rosita un set de cocina porque ella es mujercita.
 
Machote latino  
Visto desde este enfoque, la masculinidad no es otra cosa sino la suma de conductas, cargos y roles que la sociedad impone y supone sean desarrollados por los “verdaderos hombres” sin siquiera tomar en cuenta los sentimientos de éste.
Por desgracia en américa latina existe un estándar dominante y superior de “verdadero hombre masculino” que no deja espacio para los hombres que no se alínean a este estereotipo, sino que pasan a ser considerados “hombres raros” y blanco del asedio de los “verdaderos hombres” y en algunos casos “descartados” por las mujeres, al no cumplir con los estándares que la sociedad espera de ellos.
A pesar que “la actual sociedad trata por igual a todos los hombres”, también esta espera que todos exterioricen lo que se espera de ellos; si somos más analíticos nos daremos cuenta que hay diferencias físicas, biológicas y psicológicas entre los hombres y que es incongruente esperar la misma reacción “masculina” en todos los hombres ante los diferentes estímulos de la vida.
Así por ejemplo encontramos hombres que tienen características que se supone son netamente femeninas: más sensibles, más débiles, menos agresivos, más creativos, etc. Sin dejar de ver que esto mismo aplica para las mujeres; así encontramos mujeres más fuertes, poco expresivas, menos creativas, etc.
Cuando llegamos a este punto nos damos cuenta que esto causa gran malestar en el hombre que no cumple los estándares, teniendo que reprimir muchos sentimientos y modificando conductas y aun creando conflictos internos, para poder cumplir con lo impuesto.
Sin embargo existe una minoría, y aquí también tenemos hombres que lejos de alinearse, libran su propia batalla contracorriente, logrando crear un espacio para expresar su masculinidad de forma libre y respetada por la sociedad, y que para nada tiene que ver con diferente orientación sexual.
 
Los hombres no lloramos  
Un criterio inapelable para ser “un verdadero hombre” es el desollamiento de toda expresión sentimental, y esto lo vamos aprendiendo e interiorizando desde muy pequeños al ser considerados “maricones” ante la expresión del miedo, la vergüenza, la ternura, la compasión entre otros, por ser estos sentimientos, supuestas expresiones netamente femeninas y por lo tanto desvalorizadas, porque ser mujer es ser inferior y dependiente, y que va en contra del concepto de “hombre fuerte, realmente masculino y por lo tanto dominante”.
Aquí el análisis de lo expuesto devela y da respuesta del por qué la violencia basada en género (VBG)  es un tipo de violencia fantasma, y podemos apreciar que ante la amenaza del supuesto poder otorgado al hombre por ser hombre e insensible por imposición social, tiene que imponerse y doblegar cualquier amenaza de superioridad femenina; mientras la mujer asume que es natural su sumisión y que ante su sublevación es natural esperar una reacción agresiva por los hombres de su entorno, porque así fue formada, y por lo tanto la violencia pasa desapercibida.
Sin ánimos de ofensa o defensa lanzo la pregunta:
¿Deseas alinearte?

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