El libre vuelo del pájaro
Escuchando a dos féminas adolescentes
haciendo el análisis de lo que les tocó vivir, ambas se quejaban (¿o
jactaban?... no me quedó claro) de ser el sexo débil, virtuoso, sufrido,
entregado, afectuoso, amoroso, condolente, etc. etc. (realmente me marearon),
así que atiné a dejar el pensamiento para después.
Luego, en el análisis de lo sucedido,
me fue necesario hacer una parada al estilo militar: ¡Firmes!; porque lo
queramos o no, todo hombre también lucha en la adolescencia (¿solo en la
adolescencia?), y lo hace por la aprobación de sus pares, y más aún cuando su
sexualidad es la llave a la aceptación, la puerta hacia la hombría; aquí se
libra la batalla del reclutamiento hacia las filas de los “verdaderos hombres”,
y que pasará por el escrutinio y revisión pública de sus pares. ¿Entonces quién
dice que los hombres no la sufrimos?
Bueno, regresemos al cuento. Cuando la
sexualidad depende de la aceptación de un montón de “machotes” (término que uso
para referirme a la tira de manganzones que andan por ahí sometiendo a
cualquiera que no cumpla con sus estándares de macho) lo que viene a
continuación parece ser una masculinidad casi impuesta, violenta, seccionada,
competitiva, incontrolable, y para ponerle la cereza al pastel,
obligatoriamente homofóbica.
¿Por qué?
- Un verdadero hombre jamás de los
jamasesdirá no a una relación sexual, sino simplemente es “raro”. O sea,
obligatoriamente tiene que ser “macho”.
- Un verdadero hombre tiene que
tener muchas parejas: mientras más “Don Juan” sea, será más hombre. o sea,
competitivo.
- Un hombre de verdad solo sentirá
placer durante las relaciones sexuales a través del pene. Si llegara a sentir
placer incorporando otras partes de su cuerpo dejará el rol de “macho
activo” y adoptará el pasivo, propio de las mujeres y homosexuales.
Perdiendo así su capacidad sensorial, es así como un verdadero hombre
tiene que auto mutilarse; o sea, su sexualidad es seccionada.
- A un verdadero hombre jamás una
mujer le dirá qué hacer, y jamás de los jamases un “rarito”; aquí la
sexualidad masculina tiene una actitud misógina ya que implica un rechazo
de todo aquello que no sea considerado masculino e impone el sometimiento
de los más débiles: Mujeres, niños y homosexuales. O sea, violenta.
- Un verdadero hombre es impulsivo,
irrefrenable incapaz de detenerse cuando una mujer “se le ofrece”. O sea, incontrolable.
- Un verdadero hombre jamás de los
jamases mostrará sus sentimientos y debilidad que son propias de los
afeminados, débiles, inferiores. O sea, homofóbica.
Pajarillo
mal educado
Aunque pocas veces somos capaces de
percibirlo, la sociedad nos educa e inculca que el único camino para reafirmar
nuestra hombría en caso de ser varones es la diferenciación de las mujeres y el
sometimiento de las mismas, aunque ello nos cueste la despersonalización de
nuestros sentimientos y la auto imposición de la insensibilidad, ya que el
estatus de ellas es considerado inferior.
Libertad
para volar
En mi humilde opinión, cuando te
obligan a formar filas entre el machismo o el feminismo, y la sociedad a echado
ya tu suerte, estarás destinado al sufrimiento causado por la aceptación del
grupo; peor aún, si te pones juicioso, echarás de ver que hay piedras y palos
de ambos lados. Entonces, ¿por qué encasillarnos en los ismos?
Pero como ya lo dijo el conocido refrán,
el que no tiene de inga tiene de mandinga; entonces, ¿por qué seguir en lo
mismo cuando bien podrías mandar al tacho de la basura los patrones que nos
encadenan al sufrimiento y buscar la equidad para todos? Digo… ¿Qué te impide
volar libre pajarito?
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sexualidad, masculinidad, salud, sexual