Por: Marco Paulini espinoza
Para definir la violencia basada en genero tenemos que entender primero qué es la violencia.
En este punto decimos que la violencia es el comportamiento u omisión del mismo, con propósito de ocasionar daño y/o lesionar a otra persona, transgrediendo así los derechos del otro individuo. Dicho de otra forma es un comportamiento intencional.
¿Qué es la violencia basada en género?
La organización mundial de la salud (OMS) y la organización panamericana de la salud (OPS) la definen como: “todo acto de fuerza física o verbal, coerción o privación amenazadora para la vida, dirigida a la mujer o la niña, que cause daño físico o psicológico, humillación o privación arbitraria de la libertad y que perpetúe la subordinación femenina, tanto si se produce en la vida pública como privada”.
Muchas veces la VBG está inmersa en la vida cotidiana de la mujer, surtiendo efecto de victimización sistemática en el género femenino, y que no discrimina entre niñas, adolescentes, jóvenes, adultas y adultas mayores, ocasionando que la violencia pase desapercibida, dando origen a un tipo de “violencia fantasma”, sumando a la no identificación de la misma.
Aquí es necesario aprender a diferenciar entre violencia basada en género y otros tipos de violencia interpersonal y social; reconociendo que la violencia basada en género, tiene como objetivo la sumisión de la mujer ante el dominio de quien tenga el poder y por consecuencia el control. Generalmente es llevada a cabo por la pareja sentimental y/o familiar, y en el círculo del hogar; mejor dicho, la mujer es el blanco de la agresión.
En cambio, en la violencia sin origen de género, la victima puede ser cualquiera, incluso un hombre, el victimario un extraño o conocido ocasional y el espacio en el que es llevado a cabo este hecho puede ser cualquiera.
¿Es la violencia basada en género una violación de derechos humanos?
Por estar basada en la inequidad y la desigualdad hacia las mujeres en la práctica y distribución del poder en la sociedad, se pone de manifiesto que la VBG, trasgrede los derechos humanos; y casi siempre esta enlazada con la violencia a menores de edad.
En una visión más panorámica podremos apreciar, que en el ámbito familiar, cuando son violentados los derechos humanos de una mujer, también son violentados los derechos de sus hijos e hijas, siendo anulado su derecho a vivir y crecer en ambientes libres de violencia. De esta forma los hijos pasan a ser víctimas y testigos del terror y la degradación del género femenino, al convivir con un adulto que tiene un errado sentimiento y convicción de pertenencia y control de “su mujer” y los integrantes de su familia (hijos)
¿Es la Violencia Sexual una forma de Violencia de Género?
Si, y esto se hace evidente porque el cuerpo femenino es percibido, conquistado y dominado como territorio de pertenencia y dominio masculino; esto se expresa en poderío emocional, físico, económico, chantaje o amenaza para la penetración o cualquier contacto sexual con la mujer, ya sea niña, adolescente o adulta; incluyendo prácticas culturales como mutilación de genitales, matrimonios impuestos, sobrevaloración de la virginidad, entre otros.
Muchas veces es la misma cultura la que justifica y hereda a sus hombres el sentimiento de conquista del cuerpo y la sexualidad femenina; adoctrinando a las mismas mujeres a aceptarse como propiedad masculina, enmascarando una relación patológica de dominio y dependencia que es traspasada de generación a generación.
Especial atención se debe dar al débito conyugal; que no es otra cosa que el mal principio marital que obliga a la mujer a dar satisfacción al deseo sexual de su esposo, por el hecho de ser ella “su mujer”, ignorando su deseo como fémina. Al ser encubierta tras el velo del matrimonio o convivencia, queda impune y vigente la violencia, a tal grado que muchas veces es indetectable por las mismas mujeres que la experimentan, asumiendo que es parte de lo normal por el hecho de ser ellas las mujeres.
Observemos un ejemplo diario:
Mamá, como la única responsable de las tareas domésticas.
Papá, como el único responsable de la familia y con autoridad para tomar decisiones.
Se observa aquí que la violencia es “natural”.
Las formas más comunes de violencia basada en género son el abuso sexual en la infancia, violencia doméstica y la violación sexual.
¿La violencia basada en género es un problema de salud pública?
Si, al tener un impacto negativo en la salud integral de la mujer, la VBG repercute en la salud de la sociedad. Es por esta razón que se debe mantener la vigilancia ya que no es una tendencia aislada, sino que tiene raíz e impacto negativo en todo el mundo.
En este sentido se concluye que la salud de la mujer debe ser contemplada por las políticas públicas en busca de la equidad de género, que garantice el bienestar social y la justicia para sus integrantes; mediante la eliminación de factores que conllevan a la victimización y violencia de la mujer a causa de su género.
Los hombres hablamos
Muchas veces los varones mostramos tendencia a la violencia para resolver conflictos. Entonces automáticamente salta la pregunta ¿para resolver conflictos es necesaria la violencia?
Hay quienes conectan de forma inevitable el conflicto y la violencia y creen que para prevenir la violencia es necesario prevenir el conflicto.
Pero en el raciocinio humano, nos damos cuenta que independientemente del género femenino o masculino, como individuos tenemos diferentes intereses, aspiraciones, metas y valores; y mientras interactuamos es inevitable el conflicto, pero depende de nosotros mismos el aprender a resolverlos sin violencia, mediante el mutuo acuerdo que busque satisfacer a ambas partes a través del consenso y la razón.
Por desgracia, muchas veces el acto violento, llevado a cabo por el hombre, es considerado como normal y se justifica por la sublevación y el no reconocimiento de su autoridad por parte de las mujeres. Aquí tenemos argumentos cotidianos que enmascaran la VBG: “ella me provoca”, “yo soy el hombre de la casa”, “es que ella no me respeta”.
Como parte de este círculo vicioso, los niños que son criados en un ambiente violento, siguen construyendo su masculinidad en base a la superioridad otorgada por el machismo y en un futuro la exteriorizaran al convertirse en violentadores cuando ante el ejercicio de su supuesta autoridad, esta se vea amenazada o cuestionada por las mujeres.
Entre los principales temores de los hombres que han sido criados y “masculinizados en un ambiente violento” está el miedo de no alcanzar los estándares de “verdaderos hombres” y ser humillados o avergonzados cayendo en los calificativos de “saco largo” o “pisado”, teniendo que recurrir a su poderío y someter a la mujer como prueba de su hombría.
En este contexto, los hombres aprenden desde la niñez y continuamente se ve probada su hombría por la sociedad, teniendo que demostrarla aunque para esto tenga que violentar a los demás sometiendo a las mujeres y a los más débiles
¿Como hombre, qué puedo hacer?
Se debe empezar por el autoanálisis mediante una visión más franca de quienes somos como hombres, menos competitivos ante el género opuesto.
Esto no será para nada fácil, ya que hemos sido formados en base al machismo, y como tal este proceso no se dará de la noche a la mañana; pero ejerzamos el libre albedrío, deteniendo la violencia en casa, siendo constantes en nuestra decisión si el propósito es el verdadero cambio y el bienestar de la familia.
De ninguna forma debemos minimizar nuestros actos violentos; recordemos que no existen violencias pequeñas o grandes, todas son actos que deben ser desechados; tener en claro que nada justifica nuestra violencia, por lo tanto somos los únicos responsables de nuestros actos violentos; aprender a autosatisfacer nuestras necesidades, sin esperar que por un sentir de superioridad las mujeres lo hagan por nosotros, esto es clave en la prevención de muchos conflictos que llevan a hechos violentos.
Aprender a auto reconocer las señales cuando estamos a “punto de estallar” para evitar el detonante a la violencia; debemos aprender a tener la capacidad de darnos cuenta que en esas condiciones no podemos continuar una discusión, porque no estaremos dispuestos a escuchar y solo importará lo que nosotros pensamos o sentimos, arriesgándonos a que todo termine en un acto violento; por lo tanto, es mejor “un tiempo fuera” y retirarnos; por supuesto que retirarnos nos costará, por el mismo hecho de sentir que somos débiles y estamos cediendo ante una pelea; pero si estamos comprometidos en cambiar es necesario decidir entre continuar una discusión que probablemente terminará en un hecho violento, o retirarnos para retomar la calma y en otro momento llegar a un consenso con la pareja que satisfaga a ambos.
El “tiempo fuera” o “retiro” es un tiempo que debería ser aprovechado para despejar ideas, y realizar actividades que ayuden en este objetivo, muy buena opción es una caminata al aire libre y a solas para pensar con claridad, nunca se deben buscar amistades que alienten al machismo o alcohol para la resolución del problema.
Para la mayoría de los hombres el hecho de negociar y conciliar nos es difícil y más cuando hemos sido formados para imponernos o negociar desde un plano donde el mayor poder se nos es otorgados por ser varones; esto no quiere decir que es imposible, sino que demanda de un mayor compromiso con nuestras parejas y demás miembros de la familia.
Una vez logrado el equilibrio es gratificante ver lo logrado, y estaremos encaminados al respeto mutuo y el reconocimiento como verdaderos hombres.
En la medida en que seamos capaces de irnos despojando de esa armadura que desde la niñez nos fueron impregnando como mecanismo de protección y que implica ser insensibles con los demás y con nosotros mismos; podremos comparar que lo que ganamos con vínculos afectivos con la familia es superior a lo perdemos en poderío, haciendo sostenible el cambio.
Entonces cabe decir que como hombres seremos mejores en la medida en que empecemos a recobrar nuestra capacidad sensitiva y amorosa que la cultura y la sociedad se encargó de borrar.
¡Hagamos el cambio!
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